LA PLUMA VIBRA IMPULSADA POR LA MANO FIRME QUE ESCRIBE AQUELLO QUE EN SU INTERIOR VIVE

EXPRESANDO EL PODER EN AMOR Y LUZ


Al caminante que en humildad camina,
sin esperar nada más
que el gozar de su propio caminar.
Me uno a ti en grandeza de espíritu y gratitud.
La belleza que surge de tu interior
se concibe como el cúmulo de las edades vinculadas a tu luz.
Se sumerge la vida en esplendor y grandeza,
tal como tú en amor manifiestas.
La consigna de este momento
en el que se vive una amplitud de consciente,
se declina por el fluir del silencio.
Querencia en lo sutil
que se imagina inalcanzable,
aun no siendo así.
No existe ni perdura más penumbra en los horizontes,
pues es mágica la cumbre de la caricia
en la que permites que se mezan las aspiraciones
hacia lo más elevado de tu colina.
Surge la duda,
pero no surge por surgir,
es un resonar extraño
que por tiempos inmemoriales acompaña al ser humano,
que sabiéndose animal y divino,
siempre duda,
por su ahínco en navegar
que es lo que cree que le gusta.
Esa es su manera de caminar.
Fijaros estrellas de la noche,
como la luz que emerge de vuestra cumbre,
se adivina efímera por algunas mentes
que no por otras gráciles,
que la adivinan viva,
aún sin techo ni lumbre,
sólo con el propio sustento,
su propia luz, que no su ancestro deceso.
En medio de la lejanía,
sutiles tambores,
estrellan la noche de opíparas letanías.
Los cánticos se perciben como brillos intercambiables
que traducen esos sentimientos por ahora perturbadores,
luchando por desligarse
de muchos de vuestros grandes y humildes corazones.
Se asemeja más a lo mágico trascendental
que a lo mágico elemental,
esa facilidad que algunas entidades tienen para expresar
lo que la vida bien les quita o les da.
Se siembra la vida,
en las huestes que en otros días ya no perversos,
se pronunciaron,
para ahora, por fin, con la luz y el amor en sus manos,
decidir no continuar alimentando más,
lo que otros con el fin de sus carencias disimular,
se obcecan en mermar y vejar.
Camina serena en la orilla,
percibe aquello que del cielo tanto te maravilla,
alumbra con el silencio de tu estrella,
sin esperar nada más
que el gozar de tu propio caminar.